Turnismo

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El turnismo (de 1881 hasta el golpe militar de Primo de Rivera en 1923) se le denomina a un periodo político de la historia de España en el que las fuerzas políticas mayoritarias -Partido conservador y partido liberal- se turnaban, a priori, los gobiernos de la nación. También ha sido reconocido como la "época bipartidista" ya que los gobiernos se sucedían siempre con la alternancia de una legislatura, y en ocasiones, de dos. Se recalca la idea de elección a priori, pues la alternancia en el gobierno se acordaba previamente entre ambos partidos. El sufragio requería de ser manipulado con la ayuda de caciques locales para hacer factible el sistema de pseudo-democracia que se vendía de cara los electores. El derecho a voto, además, quedaba relegado a terratenientes y miembros de la élite capitalista o la aristocracia; mujeres, obreros o campesinos no tenían derecho a voto en un régimen que aplicaba el llamado "sufragio censitario". Conociendo esto, no nos sorprenderían los siguientes datos, como ejemplo ilustrativo:

X LEGISLATURA (1899) Partido conservador: 222 diputados Partido liberal: 93 diputados

XI LEGISLATURA (1901) Partido conservador: 79 diputados Partido liberal: 233 diputados

XII LEGISLATURA (1903) Partido conservador: 230 diputados Partido liberal: 93 diputados


Resulta poco creíble que en cuestión de tan poco tiempo las diferencias entre escaños conseguidos sea tan grande. Los resultados son muy dispares.


CONTEXTO Para entender el origen del turnismo hay que remontarse al periodo de la RESTAURACIÓN BORBÓNICA, protagonizada por el rey Alfonso XII y por la Regencia de Mª Cristina así como por comisiones políticas, tanto conservadoras como liberales, orientadas a reinstaurar la figura monárquica después de su desaparición tras la proclamación de la república. El final del período lo protagonizó el rey Alfonso XIII, quién accederá al trono de forma temprana para sustituir a Mª Cristina. Tras el Manifiesto de Sandhurst en 1874, el futuro rey Alfonso XII se compromete a hacer de España una nación monárquica, pero también parlamentaria. De esa manera eran satisfechas las demandas del sector más conservador y tradicionalista de la sociedad adinerada, que requería hacer una monarquía de España. Pero también el carácter constitucionalista y parlamentario mostraba el lado más liberal y progresista de cara al pueblo, éste sin derecho al sufragio universal hasta 1890, cuando durante la Regencia se aprueba el sufragio universal masculino. La aparente sociedad representativa y electoralista podía servir de válvula de escape para apaciguar al movimiento obrero y a los sufragistas o demócratas, así como a los temidos republicanos. Aún así, se ha de entender este como un período en España de extrema fractura, tras la revolución cantonalista, la crisis financiera internacional de 1873, el desgaste político de la I República o la III guerra carlista en el norte del país. Esa situación de fractura absoluta la asumirá Alfonso XII desde 1875 hasta 1885, quién se asesoró ampliamente para reconducir la situación y para poder hacer favorable la estabilidad, la seguridad y la acumulación de riqueza y de capital, en favor de un mayor desarrollo y progreso. Durante el primer reinado alfonsino, amparado en Sandhurst, se decreta encubiertamente un sistema "turnista" de sufragio censitario en el que sólo podían votar los mayores contribuyentes, según la Ley Electoral de 1878 diseñada por Cánovas del Castillo: éste lideraba el partido conservador. Los dos grandes partidos irán turnando el poder y, al no existir todavía el sufragio universal, este período del turnismo podrá caracterizarse por su sencillez práctica. Todavía no había que recurrir al caciquismo o al pucherazo, ya que no votaba más que una élite social que negociaba económicamente el destino del país. La estabilidad política y social que comenzaba a garantizar éste mecanismo político disfrazado de democracia liberal propició, paradójicamente, altos índices de desarrollo humano, alfabetización e industrialización; todo se diga, coincidiendo con una época de enorme prosperidad en Europa. La contestación, sin embargo, fue en aumento a la par que la alfabetización y la integración del pueblo en una sociedad que estaba politizándose rápidamente. La presión del movimiento obrero y las campañas sufragistas en favor de quienes no tenían voto conseguirán que durante la Regencia se apruebe el sufragio universal masculino: será en esta parte del turnismo dónde comenzará a tornarse más complejo el mecanismo de turno de partidos. Había que adaptar ahora un corpus de votos enorme, correspondiente a toda la sociedad... siempre exceptuando a la mujer. Desde 1890 hasta el final del turnismo la figura del cacique será fundamental para la contención del sistema bipartidista. El cacique era una persona con derecho a voto antes de la proclamación del sufragio universal y, por tanto, cumplía el perfil de gran contribuyente con conexiones políticas establecidas. Terratenientes, grandes comerciantes, funcionarios u líderes políticos locales se encargaban de que el resultado que saliera de la elección popular fuese el que beneficiase a la decisión acordada por los dos partidos. Para ello se recurría al chantaje, la amenaza, la violencia política o al mero pucherazo. Los grandes beneficiarios de éste sistema, Sagasta (lider progresista) y Cánovas (lider conservador) se irán turnando los sucesivos gobiernos oprimiendo cada vez más la voluntad política de los votantes.

Se debe constatar que el sistema permitió una más sencilla gobernabilidad de España, la derrota de los carlistas (al fortalecerse un régimen monárquico) y, aquello que más deseaban desde el Congreso: evitar la intervención militar dentro del sistema político. No hacía tantos años que el general Pavía había derrumbado la Iª República entrando a caballo en el Congreso por lo que, tener al ejército apaciguado, puede considerarse un gran logro del turnismo. La estabilidad que ganó España durante este período permitió la recuperación de la política comercial como sustento del crecimiento, aportando enormes índices de desarrollo que se limitaban a las grandes ciudades de España. Cánovas del Castillo, uno de los "magos del turnismo", quedará plasmado en la historia por su proyecto de "nacionalismo económico", imprescindible para el desarrollo del capitalismo en sus primeras fases, el periodo pre-industrial e industrial. Cánovas del Castillo reforzó las manufacturas y las materias primas nacionales utilizando políticas proteccionistas (mediante aranceles) y legislando sobre los mercados, los negocios y distintas áreas de la economía. Pero, como es evidente, ese régimen sustentado en el caciquismo, la violencia política y la trampa electoral acabará encontrándose con sus repercusiones negativas. La primera será la del mismísimo asesinato de su diseñador, Antonio Cánovas del Castillo, en 1897 a manos del anarquismo. La segunda será la catastrófica y humillante gestión de la Crisis de Cuba que desencadenará en la tragedia de 1898, con la aplastante derrota frente a los EEUU y la pérdida de Cuba y Filipinas. Otro líder del Partido Liberal será asesinado en 1912, Canalejas, lo que empezaba a evidenciar el poco encaje que podía seguir teniendo un sistema político de turnismo sustentado en el pucherazo. Las rebeliones en Cataluña (Semana Trágica) y el hostigamiento anarquista y obrero dejarán al turno de partidos exhausto por lo que el destino del país quedaría, ya entrado los años 20, en manos de los reaccionarios militares o a merced de la decisión popular española, tradicionalmente ninguneada por la burguesía, La Iglesia y el Rey. El último período del turnismo, conocido como Regeneracionismo, será característico por ser el caldo de cultivo ideológico y político de los nuevos partidos y facciones que, durante el s. XX, se disputarán España.


ACTUALIDAD En ocasiones, los relatos y la creencia popular asocia el periodo turnista con el periodo actual post-franquista y parlamentario. Y es que existe cierta similitud, pues desde el año 1982 han pasado 31 años en los que se alternan los gobiernos del PSOE con los del PP, con cierta preferencia por el SOE, eso si. Aún así, un estudio reciente reconoce que practicamente el 90% de las instituciones de España están controladas, influidas o determinadas por personas con afiliación o relación a los dos grandes partidos, el PP y el PSOE. No sólo eso, la falta de independiencia entre los poderes legislativos, ejecutivos y judiciales ponen en entredicho la separación de poderes, uno de los pilares fundamentales en la legitimidad del parlamentarismo. Si el ejecutivo es el producto de la mayoría en el legislativo, y puede alterar la estructura judicial la separación de poderes es ficticia, y el control de las instituciones es tal que impide al ciudadano hacerse valer ante los abusos del gobierno o del Estado. Algo similar a lo que ocurría durante el turnismo, que recuerda a la célebre frase del despotismo ilustrado "TODO POR EL PUEBLO PERO SIN EL PUEBLO"

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